DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO AL COMITÉ DE COORDINACIÓN DEL CELAM
En ocasión de la Reunión General de Coordinación de Consejo Episcopal
Latinoamericano. Río de Janeiro, 28 de julio de 2013
1. Introducción
Agradezco al Señor
esta oportunidad de poder hablar con ustedes, hermanos Obispos, responsables
del CELAM en el cuatrienio 2011-2015. Hace 57 años que el CELAM sirve a las 22
Conferencias Episcopales de América Latina y El Caribe, colaborando solidaria y
subsidiariamente para promover, impulsar y dinamizar la colegialidad episcopal
y la comunión entre las Iglesias de esta Región y sus Pastores.
Como Ustedes, también
yo soy testigo del fuerte impulso del Espíritu en la Quinta Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y El Caribe en Aparecida, en mayo de 2007, que
sigue animando los trabajos del CELAM para la anhelada renovación de las
iglesias particulares. Esta renovación, en buena parte de ellas, se encuentra
ya en marcha. Quisiera centrar esta conversación en el patrimonio heredado de aquel
encuentro fraterno y que todos hemos bautizado como Misión Continental.
2. Características peculiares de Aparecida
Existen cuatro
características que son propias de la V Conferencia. Son como cuatro columnas
del desarrollo de Aparecida y que le dan su originalidad.
1) Inicio sin documento
Medellín, Puebla y
Santo Domingo comenzaron sus trabajos con un camino recorrido de preparación
que culminó en una especie de Instrumentum
laboris, con el cual se desarrolló la discusión, reflexión y aprobación del
documento final. En cambio, Aparecida promovió la participación de las Iglesias
particulares como camino de preparación que culminó en un documento de
síntesis. Este documento, si bien fue referencia durante la Quinta Conferencia
General, no se asumió como documento de partida. El trabajo inicial consistió
en poner en común las preocupaciones de los Pastores ante el cambio de época y
la necesidad de recuperar la vida discipular y misionera con la que Cristo
fundó la Iglesia.
2) Ambiente de oración con el Pueblo de Dios
Es importante
recordar el ambiente de oración generado por el diario compartir la Eucaristía
y otros momentos litúrgicos, donde siempre fuimos acompañados por el Pueblo de
Dios. Por otro lado, puesto que los trabajos tenían lugar en el subsuelo del
Santuario, la “música funcional” que los acompañaba fueron los cánticos y
oraciones de los fieles.
3) Documento que se prolonga en compromiso, con la Misión Continental
En este contexto de
oración y vivencia de fe surgió el deseo de un nuevo Pentecostés para la
Iglesia y el compromiso de la Misión Continental. Aparecida no termina con un
Documento sino que se prolonga en la Misión Continental.
4) La presencia de
Nuestra Señora, Madre de América
Es la primera
Conferencia del Episcopado Latinoamericano y El Caribe que se realiza en un
Santuario mariano.
3. Dimensiones de la Misión Continental
La Misión Continental
se proyecta en dos dimensiones: programática y paradigmática. La misión
programática, como su nombre lo indica, consiste en la realización de actos de
índole misionera. La misión paradigmática, en cambio, implica poner en clave
misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares. Evidentemente
aquí se da, como consecuencia, toda una dinámica de reforma de las estructuras
eclesiales. El “cambio de estructuras” (de caducas a nuevas) no es fruto de un
estudio de organización de la planta funcional eclesiástica, de lo cual
resultaría una reorganización estática, sino que es consecuencia de la dinámica
de la misión. Lo que hace caer las estructuras caducas, lo que lleva a cambiar
los corazones de los cristianos, es precisamente la misionariedad. De aquí la
importancia de la misión paradigmática.
La Misión
Continental, sea programática, sea paradigmática, exige generar la conciencia
de una Iglesia que se organiza para servir a todos los bautizados y hombres de
buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una persona aislada en una
espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad, para darse a los
demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia eclesial.
Un planteo como éste,
que comienza por el discipulado misionero e implica comprender la identidad del
cristiano como pertenencia eclesial, pide que nos explicitemos cuáles son los
desafíos vigentes de la misionariedad discipular. Señalaré solamente dos: la
renovación interna de la Iglesia y el diálogo con el mundo actual.
Renovación interna de la Iglesia
Aparecida ha
propuesto como necesaria la Conversión Pastoral. Esta conversión implica creer
en la Buena Nueva, creer en Jesucristo portador del Reino de Dios, en su
irrupción en el mundo, en su presencia victoriosa sobre el mal; creer en la
asistencia y conducción del Espíritu Santo; creer en la Iglesia, Cuerpo de
Cristo y prolongadora del dinamismo de la Encarnación.
En este sentido, es
necesario que, como Pastores, nos planteemos interrogantes que hacen a la
marcha de las Iglesias que presidimos. Estas preguntas sirven de guía para
examinar el estado de las diócesis en la asunción del espíritu de Aparecida y
son preguntas que conviene nos hagamos frecuentemente como examen de
conciencia.
1. ¿Procuramos que nuestro trabajo y el de nuestros
Presbíteros sea más pastoral que administrativo? ¿Quién es el principal
beneficiario de la labor eclesial, la Iglesia como organización o el Pueblo de
Dios en su totalidad?
2. ¿Superamos la tentación de atender de manera
reactiva los complejos problemas que surgen? ¿Creamos un hábito pro-activo?
¿Promovemos espacios y ocasiones para manifestar la misericordia de Dios?
¿Somos conscientes de la responsabilidad de replantear las actitudes pastorales
y el funcionamiento de las estructuras eclesiales, buscando el bien de los
fieles y de la sociedad?
3. En la práctica, ¿hacemos partícipes de la Misión a
los fieles laicos? ¿Ofrecemos la Palabra de Dios y los Sacramentos con la clara
conciencia y convicción de que el Espíritu se manifiesta en ellos?
4. ¿Es un criterio habitual el discernimiento
pastoral, sirviéndonos de los Consejos Diocesanos? Estos Consejos y los
Parroquiales de Pastoral y de Asuntos Económicos ¿son espacios reales para la
participación laical en la consulta, organización y planificación pastoral? El
buen funcionamiento de los Consejos es determinante. Creo que estamos muy
atrasados en esto.
5. Los Pastores, Obispos y Presbíteros, ¿tenemos
conciencia y convicción de la misión de los fieles y les damos la libertad para
que vayan discerniendo, conforme a su proceso de discípulos, la misión que el
Señor les confía? ¿Los apoyamos y acompañamos, superando cualquier tentación de
manipulación o sometimiento indebido? ¿Estamos siempre abiertos para dejarnos
interpelar en la búsqueda del bien de la Iglesia y su Misión en el mundo?
6. Los agentes de pastoral y los fieles en general ¿se
sienten parte de la Iglesia, se identifican con ella y la acercan a los
bautizados distantes y alejados?
Como se puede
apreciar aquí están en juego actitudes.
La Conversión Pastoral atañe principalmente a las actitudes y a una reforma de
vida. Un cambio de actitudes necesariamente es dinámico: “entra en proceso” y
sólo se lo puede contener acompañándolo y discerniendo. Es importante tener
siempre presente que la brújula, para no perderse en este camino, es la de la
identidad católica concebida como pertenencia eclesial.
Diálogo con el mundo actual
Hace bien recordar
las palabras del Concilio Vaticano II: Los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y
esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (cf. GS, 1). Aquí reside el fundamento
del diálogo con el mundo actual.
La respuesta a las
preguntas existenciales del hombre de hoy, especialmente de las nuevas
generaciones, atendiendo a su lenguaje, entraña un cambio fecundo que hay que
recorrer con la ayuda del Evangelio, del Magisterio, y de la Doctrina Social de
la Iglesia. Los escenarios y areópagos son de lo más variado. Por ejemplo, en
una misma ciudad, existen varios imaginarios colectivos que conforman “diversas
ciudades”. Si nos mantenemos solamente en los parámetros de “la cultura de
siempre”, en el fondo una cultura de base rural, el resultado terminará
anulando la fuerza del Espíritu Santo. Dios está en todas partes: hay que saber
descubrirlo para poder anunciarlo en el idioma de esa cultura; y cada realidad,
cada idioma, tiene un ritmo diverso.
4. Algunas tentaciones contra el discipulado misionero
La opción por la
misionariedad del discípulo será tentada. Es importante saber por dónde va el
mal espíritu para ayudarnos en el discernimiento. No se trata de salir a cazar
demonios, sino simplemente de lucidez y astucia evangélica. Menciono sólo
algunas actitudes que configuran una Iglesia “tentada”. Se trata de conocer
ciertas propuestas actuales que pueden mimetizarse en la dinámica del
discipulado misionero y detener, hasta hacer fracasar, el proceso de Conversión
Pastoral.
1. La ideologización del mensaje evangélico. Es una tentación
que se dio en la Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica de
interpretación evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de la
Iglesia. Un ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la
forma de asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de “ver, juzgar, actuar”
(cf. n. 19). La tentación estaría en optar por un “ver” totalmente aséptico, un
“ver” neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada.
No existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada
vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo. Así se
entienden los números 20 al 32. Hay otras maneras de ideologización del mensaje
y, actualmente, aparecen en Latinoamérica y El Caribe propuestas de esta
índole. Menciono sólo algunas:
a) El reduccionismo socializante. Es la ideologización
más fácil de descubrir. En algunos momentos fue muy fuerte. Se trata de una
pretensión interpretativa en base a una hermenéutica según las ciencias
sociales. Abarca los campos más variados, desde el liberalismo de mercado hasta
la categorización marxista.
b) La ideologización psicológica. Se trata de una
hermenéutica elitista que, en definitiva, reduce el ”encuentro con Jesucristo”
y su ulterior desarrollo a una dinámica de autoconocimiento. Suele darse
principalmente en cursos de espiritualidad, retiros espirituales, etc. Termina
por resultar una postura inmanente autorreferencial. No sabe de trascendencia
y, por tanto, de misionariedad.
c) La propuesta gnóstica. Bastante ligada a la tentación anterior. Suele darse
en grupos de élites con una propuesta de espiritualidad superior, bastante
desencarnada, que termina por desembarcar en posturas pastorales de
“quaestiones disputatae”. Fue la primera desviación de la comunidad primitiva y
reaparece, a lo largo de la historia de la Iglesia, en ediciones corregidas y
renovadas. Vulgarmente se los denomina “católicos ilustrados” (por ser
actualmente herederos de la Ilustración).
d) La propuesta pelagiana. Aparece fundamentalmente
bajo la forma de restauracionismo. Ante los males de la Iglesia se busca una
solución sólo en la disciplina, en la restauración de conductas y formas
superadas que, incluso culturalmente, no tienen capacidad significativa. En
América Latina suele darse en pequeños grupos, en algunas nuevas Congregaciones
Religiosas, en tendencias a la “seguridad” doctrinal o disciplinaria.
Fundamentalmente es estática, si bien puede prometerse una dinámica hacia
adentro: involuciona. Busca “recuperar” el pasado perdido.
2. El funcionalismo. Su acción en la
Iglesia es paralizante. Más que con la ruta se entusiasma con la “hoja de
ruta”. La concepción funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia.
Reduce la realidad de la Iglesia a la estructura de una ONG. Lo que vale es el
resultado constatable y las estadísticas. De aquí se va a todas las modalidades
empresariales de Iglesia. Constituye una suerte de “teología de la prosperidad”
en lo organizativo de la pastoral.
3. El clericalismo es también una tentación muy
actual en Latinoamérica. Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de
una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que
lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El fenómeno del
clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana
libertad en buena parte del laicado latinoamericano. O no crece (la mayoría), o
se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas, o en
pertenencias parciales y limitadas. Existe en nuestras tierras una forma de
libertad laical a través de experiencias de pueblo: el católico como pueblo.
Aquí se ve una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa
fundamentalmente en la piedad popular. El capítulo de Aparecida sobre piedad
popular describe con profundidad esta dimensión. La propuesta de los grupos
bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va
en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la
responsabilidad laical.
Podríamos seguir
describiendo algunas otras tentaciones contra el discipulado misionero, pero
creo que éstas son las más importantes y de más fuerza en este momento de
América Latina y El Caribe.
5. Algunas pautas eclesiológicas
1. El discipulado-misionero que Aparecida propuso a las Iglesias de América
Latina y El Caribe es el camino que Dios quiere para este “hoy”. Toda
proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es
del buen espíritu. Dios es real y se manifiesta en el ”hoy”. Hacia el pasado su
presencia se nos da como “memoria” de la gesta de salvación sea en su pueblo
sea en cada uno de nosotros; hacia el futuro se nos da como “promesa” y
esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a
encontrarlo; en el futuro sólo es promesa… y no está en los mil y un
“futuribles”. El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el ”hoy” es
chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la vida eterna.
El discipulado
misionero es vocación: llamado e invitación. Se da en un “hoy” pero “en
tensión”. No existe el discipulado misionero estático. El discípulo misionero
no puede poseerse a sí mismo, su inmanencia está en tensión hacia la
trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia de la misión. No admite
la autorreferencialidad: o se refiere a Jesucristo o se refiere al pueblo a
quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto proyectado hacia el
encuentro: el encuentro con el Maestro (que nos unge discípulos) y el encuentro
con los hombres que esperan el anuncio.
Por eso, me gusta
decir que la posición del discípulo misionero no es una posición de centro sino
de periferias: vive tensionado hacia las periferias… incluso las de la
eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio evangélico, hablar de
“periferias existenciales” des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir
del centro. El discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo,
que convoca y envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales.
2. La Iglesia es institución pero cuando se erige en
“centro” se funcionaliza y poco a poco se transforma en una ONG. Entonces, la
Iglesia pretende tener luz propia y deja de ser ese “misterium lunae” del que
nos hablaban los Santos Padres. Se vuelve cada vez más autorreferencial y se
debilita su necesidad de ser misionera. De “Institución” se transforma en
“Obra”. Deja de ser Esposa para terminar siendo Administradora; de Servidora se
transforma en “Controladora”. Aparecida quiere una Iglesia Esposa, Madre,
Servidora, facilitadora de la fe y no controladora de la fe.
3. En Aparecida se dan de manera relevante dos
categorías pastorales que surgen de la misma originalidad del Evangelio y
también pueden servirnos de pauta para evaluar el modo como vivimos
eclesialmente el discipulado misionero: la
cercanía y el encuentro. Ninguna de las dos es nueva, sino que conforman la
manera cómo se reveló Dios en la historia. Es el “Dios cercano” a su pueblo,
cercanía que llega al máximo al encarnarse. Es el Dios que sale al encuentro de
su pueblo. Existen en América Latina y El Caribe pastorales “lejanas”,
pastorales disciplinarias que privilegian los principios, las conductas, los
procedimientos organizativos… por supuesto sin cercanía, sin ternura, sin
caricia. Se ignora la “revolución de la ternura” que provocó la encarnación del
Verbo. Hay pastorales planteadas con tal dosis de distancia que son incapaces
de lograr el encuentro: encuentro con Jesucristo, encuentro con los hermanos.
Este tipo de pastorales a lo más pueden prometer una dimensión de proselitismo
pero nunca llegan a lograr ni inserción eclesial ni pertenencia eclesial. La
cercanía crea comunión y pertenencia, da lugar al encuentro. La cercanía toma
forma de diálogo y crea una cultura del encuentro. Una piedra de toque para
calibrar la cercanía y la capacidad de encuentro de una pastoral es la homilía.
¿Qué tal son nuestras homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro Señor, que
“hablaba como quien tiene autoridad” o son meramente preceptivas, lejanas,
abstractas?
4. Quien conduce la pastoral, la Misión Continental
(sea programática como paradigmática), es el Obispo. El Obispo debe conducir,
que no es lo mismo que mangonear. Además de señalar las grandes figuras del
episcopado latinoamericano que todos conocemos quisiera añadir aquí algunas
líneas sobre el perfil del Obispo que ya dije a los Nuncios en la reunión que
tuvimos en Roma. Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y
hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen
la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza
exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan
“psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de
una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Hombres capaces de estar
velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo
mantiene unido: vigilar sobre su pueblo con atención sobre los eventuales
peligros que lo amenacen, pero sobre todo para cuidar la esperanza: que haya
sol y luz en los corazones. Hombres capaces de sostener con amor y paciencia
los pasos de Dios en su pueblo. Y el sitio del Obispo para estar con su pueblo
es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y
neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado,
pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su
olfato para encontrar nuevos caminos.
No quisiera abundar
en más detalles sobre la persona del Obispo, sino simplemente añadir,
incluyéndome en esta afirmación, que estamos un poquito retrasados en lo que a
Conversión Pastoral se refiere. Conviene que nos ayudemos un poco más a dar los
pasos que el Señor quiere para nosotros en este “hoy” de América Latina y El
Caribe. Y sería bueno comenzar por aquí.
Les agradezco la
paciencia de escucharme. Perdonen el desorden de la charla y, por favor, les
pido que tomemos en serio nuestra vocación de servidores del santo pueblo fiel
de Dios, porque en esto se ejercita y se muestra la autoridad: en la capacidad
de servicio. Muchas gracias.