DEL VII
SÍNODO ARQUIDIOCESANO
Mons.
Fernando Chomali G.
Arzobispo de
la Santísima Concepción.
¿Por qué un
Sínodo?
Porque
siempre tenemos que estar abiertos a la búsqueda, siempre tenemos que estar abiertos.
Y la tendencia general es como cerrar las ventanas, esa es la tendencia
nuestra, una tendencia natural. Y de vez en cuando, debemos decirnos: vamos a
abrir las ventanas, para escuchar.
Y este
Sínodo se hace más urgente que nunca porque el mundo cambió, las personas
cambiaron, los jóvenes son distintos, y tenemos que escucharlos en toda su
realidad. En la Arquidiócesis de Concepción, y en el mundo, no existe “una
cultura”. Hay muchas culturas: la cultura de los jóvenes estudiantes de la
Universidad de Concepción es distinta a los jóvenes de una universidad privada,
la cultura del hombre del mar es distinta a la cultura del hombre de campo, la
cultura del joven de ciudad es distinta a la cultura del joven que está en la
zona minera; es decir, hay “muchas culturas” de las cuales nosotros tenemos que
hacernos cargo, y por lo tanto, tenemos que conocerlas para poder servirlas, en
su realidad, no en la nuestra. Eso es lo que yo llamo una evangelización
inculturizada: no se trata de llegar con nuestros contenidos, sino que se trata
de escuchar la realidad y, a esa realidad, anunciar el Evangelio; y eso
evidentemente exige de nosotros un gran trabajo y un gran esfuerzo.
Pero hay
rasgos que son comunes, y esos rasgos son los que en general están presentes en
los medios de comunicación social y que han hecho mella en las personas. Y creo
que es bueno, desde esta diversidad de culturas, conocer estos rasgos me parece
fundamental para nuestra tarea evangelizadora.
1. Lo
primero es una nueva forma de pensar y de sentir que va mucho más allá de lo
objetivo. Es decir, hoy día hay una corriente que valora la subjetividad, y la
subjetividad individual. “Lo que yo pienso, es lo que es”. Y una gran
incapacidad de reconocer la realidad tal cual es, y como consecuencia de esto,
impidiendo reconocer principios morales de valor universal. La consecuencia de
esto es un excesivo interés por los propios sentimientos, y eso ha llevado a
una gran carencia de un pensamiento propiamente racional; y eso lo vemos en que
en todas nuestras discusiones y nuestras conversaciones prevalece mucho más el
sentimiento, lo que yo pienso, de lo que las cosas son.
Y eso
evidentemente que dificulta mucho el diálogo, y sobre todo el intento sincero
de buscar honesta y humildemente la verdad. Y creo que la Iglesia debe ser el
gran espacio del diálogo sereno, del dialogo maduro, para la búsqueda sincera
de la verdad.
2. Otra cosa
que me parece muy preocupante, y ahí nosotros tenemos una gran palabra que
decir, es que hay un deficiente concepto sobre el ser humano. Cómo nos
tratamos. Realmente me llama la atención lo mal que nos tratamos: esposo/esposa,
padre/hijo, en el mundo empresarial ¿Cómo se tratan los problemas? Ahora estoy
haciendo grandes esfuerzos, porque me lo han pedido, para que a un grupo de
subcontratistas se les pague su trabajo, algo tan fácil y elemental hoy día
prácticamente no es considerado un bien. Es decir, nos estamos tratando muy
mal. Y también puede acontecer eso en la vida del cristiano. Por lo tanto
tenemos que volver a reconocer el valor altísimo que tiene el ser humano,
volver a reconocerlo y obviamente tenemos que poner nuestra confianza en esta
visión del hombre, porque hoy se ha inyectado una visión materialista, que
privilegia la ciencia y la técnica como factores de cambio y de progreso. Y la
verdad que las píldoras de todos colores no van a cambiar al ser humano, lo que
lo va a cambiar es un cambio de corazón y por eso que nosotros apelamos a la
conversión. Creemos que el cambio interior de las personas va a llevar a la
posibilidad de construir un mundo mejor.
Y creo que
nos tenemos que hacer cargo de eso también nosotros. Tenemos que ser factores
de paz, tenemos que ser factores de unidad, tenemos que descubrir en todas las
personas lo bueno que tienen y así, en primer lugar, reconocer en nosotros
mismos la propia vida que tenemos que tener todos.
Y eso
solamente será posible si hablamos una y mil veces del amor misericordioso de
Dios. Porque si ustedes se fijan hoy la televisión, la sociedad, permite todo.
Se permite píldora anticonceptiva y abortiva a niñitas menores de 14 años, se
permite pornografía en televisión, en internet; se permite todo, se promueve
todo, pero la sociedad no perdona. Y nosotros claramente no permitimos eso, no
promovemos eso, pero perdonamos. El perdón va a ser la característica más
propia del cristianismo y de la Iglesia Católica, y tenemos que avanzar mucho
en ese camino, y sobre todo el perdón a nivel nacional, porque todavía no se
han cerrado muchas heridas que lamentablemente están a cocer.
3. Otro tema
del cual tenemos que hacernos cargo en nuestra tarea evangelizadora es el mundo
del trabajo. Hay mucha frustración en el mundo del trabajo. Y creo que nosotros
tenemos un evangelio del trabajo. Y la encíclica de Juan Pablo II, Laborem exercens, la Doctrina social del
la Iglesia, forma parte de nuestra visión, y tenemos que conocer más a fondo el
mundo del trabajo porque claramente hay un gran debilitamiento de la justicia, y
especialmente hacia los más pobres, lo que ha llevado a la pérdida en la oración
fraterna, en el trabajo, con todo lo que eso significa. No tengamos miedo de
invitar a los sindicatos, a estar cerca de ellos, a escuchar al mundo de la
pobreza, del carbón; eso es parte de nuestra tarea evangelizadora, porque son
personas que sufren mucho y que están tremendamente frustradas.
Especialmente
yo veo el esfuerzo que hacen las mujeres. Todos sabemos que, en nuestra zona,
la mujer es la proveedora del hogar en una gran mayoría, el esfuerzo que hace,
y la pregunta es ¿Cómo la acompañamos? ¿Qué palabra le damos de aliento, que
palabra de cercanía? ¿Qué tiene Jesús y la Iglesia que decirle a esa persona?
4. Otra cosa
que me parece tremendamente importante es la urgencia de salir de nosotros
mismos. Creo que la Iglesia será Iglesia si es una Iglesia Misionera. Y sobre
todo, llevando el principio básico que es el Amor de Jesucristo. Y créanme que
eso es hoy día lo que más necesitamos. Hoy día, si ustedes comparan, por
ejemplo, piensen un segundo, cierren los ojos: el dinero que sus papás tenían a
los 18 años, el dinero que ustedes tuvieron a los 18 años y el dinero que los
jóvenes tienen a los 18 años, es otro mundo. Comparen la libertad que tenía su
padre a los 18 años, la libertad que teníamos nosotros a los 18 años, la libertad
que tienen los jóvenes a los 18 años, es otro mundo. ¿Cómo evangelizamos en la
libertad? De qué manera les hablamos a los jóvenes de la libertad, que es una
libertad asociada con el bien. Creo que ahí también hay un gran trabajo que
realizar.
Y por tanto
si ustedes se dan cuenta, en estas cuatro líneas que yo he trazado, el Sínodo
es el lugar para comprender el mundo de hoy y anunciar el evangelio. Es
distinto querer evangelizar a una mujer, dueña de casa, que a las tres de la
tarde tiene las cosas listas para ir a la catequesis, a una mujer que se
levanta a las cinco de la mañana, que está dos horas en la micro, que vuelve
cansada a hacer las tareas a su casa y de qué manera nosotros acogemos eso,
porque también esa persona quiere conocer el Evangelio.
Tenemos que
escuchar también a la familia. En Concepción, esto lo digo con estadísticas que
conozco y que están a la mano, hoy día tener un papá en la casa es un lujo.
Tener un papá en la casa es un lujo. La familia lamentablemente se ha
desintegrado y las consecuencias de eso son muy drásticas. De qué manera
nosotros nos acercamos a esa urgencia y necesidad, y de qué manera anunciamos
la buena nueva de la familia. Y créanme que los corazones jóvenes están muy
dispuestos, porque en todas las encuestas que se hacen en todos los niveles,
nos plantean que el joven lo que más quiere es tener una familia, formar una
familia, lo que más quiere es tener un trabajo: eso es lo que quiere. Y
lamentablemente toda la acción política va exactamente por el lado contrario,
pero este deseo, de qué manera nosotros como agentes evangelizadores, lo
canalizamos. Cómo generamos, por ejemplo, en la pastoral juvenil, en la
pastoral parroquial, atreverse a tener escuelas de pololos, atreverse a hablar
de la castidad como un gran valor. Todos sabemos el nivel de frustración que
sufren las chiquillas, los chiquillos cuando tienen relaciones sexuales
adolescentes, lo sabemos, eso está demostrado por todos lados. Pero algo que nos
falta, ese celo de hacer ver la importancia que tiene por ejemplo el respeto
por el otro. No tengamos miedo de ir contra la corriente frente a este
permisivismo social, moral, que tanto daño nos hace.
Hace 40 años
atrás, los únicos predicadores éramos nosotros y no el Estado. Esos eran los
únicos predicadores. La televisión en blanco y negro eran cuatro horas de
programa que se veía súper mal, teníamos contacto con nuestros vecinos. Y éramos
los únicos predicadores, hoy día no somos los únicos predicadores. Al
contrario, hay muchos más predicadores y, les voy a decir algo, mucho más
entretenidos para la mentalidad moderna que nosotros mismos. Si a nosotros nos
evalúan por entretenidos, fomes, eso lo sabemos.
Entonces hay
una interferencia ideológica que nos obliga, nos obliga a una nueva pedagogía. Es decir, los medios de
comunicación social se han convertido en verdaderos trasmisores de anti valor.
La tentación atrayente, conductas y estilos de vida totalmente reprobables,
tratamiento sensacionalista y superficial de los temas, y la televisión abierta
de verdad sin valores fundamentales, lo cual constituye un magisterio paralelo.
Pero
nosotros, por lo menos yo, no podemos andar demonizando eso. Eso está. Tenemos
que asumirlo y pensar nosotros en una nueva pedagogía por lo atractivo que
resulta el anuncio del Evangelio. ¡Ese es nuestro gran desafío! Anunciar el
Evangelio desde su atractividad y, evidentemente, hoy día resulta absolutamente
impensable imponer. No resulta hoy día imponer. Lo que resulta es hacer
descubrir a las personas el anhelo que Dios le ha puesto en su corazón. El
anhelo de Dios está en el corazón de todo hombre y de toda mujer, y ese anhelo
nosotros tenemos que tomarlo, hacerlo nuestro, hacerlo crecer, alimentarlo, enriquecerlo.
Y ese justamente va a ser un cristiano maduro. Y es ahí donde tenemos que
apuntar.
Y por eso,
¿Cómo vamos a evangelizar si no nos hemos preguntado sobre la nueva realidad
social, antropológica, en la cual vivimos? ¿Cómo vamos a evangelizar si no nos
hemos hecho una pregunta pedagógica para poder llegar efectivamente al hombre y
a la mujer y al joven del siglo XXI en su cultura, en el aquí y ahora? Porque
no nos olvidemos y, esto totalmente, lo creo firmemente porque ha sido mi
experiencia, el camino de la Iglesia es el hombre real, el hombre concreto. El
hombre que se levanta en la mañana a trabajar, el joven que no tiene dinero
para hacer un preuniversitario, el universitario que come porque se compra
sopaipilla todos los días con ají ¡Ese es el hombre concreto! El hombre que
está sin trabajo, frustrado, ese que quiere salir adelante, el hombre concreto,
la familia concreta y real, pero tenemos que conocerla bien y ver de qué manera
llegamos a ello, de manera pedagógica, de manera adecuada.
Y créanme
que este es un camino que resulta fascinante, y resulta fascinante por qué, porque
paradójicamente nuestra Iglesia se convierte hoy en día en un gran referente
para aquello que las personas buscan, y que la sociedad es incapaz de dárselo.
Nosotros nos movemos en esta paradoja. La sociedad nos invita a competir y
nosotros invitamos a compartir. La sociedad nos invita a tener éxito, a ser los
primeros, a tener poder, y nosotros renunciamos a eso para el servicio de los
demás. Y eso es justamente lo que resulta más atractivo a las personas, y eso
es justamente lo que estamos llamados a hacer y sobre todo a vivir cada uno en
el ámbito que nos corresponde trabajar.
Termino
diciendo algo que lo he reflexionado mucho y lo he dicho en todas partes y lo
vuelvo a repetir. Hoy día la fe no se transmite por osmosis cultural. No se
transmite por osmosis cultural. Me vine caminando de mi casa hasta acá, y no vi
nada, me vine por Chacabuco, y no vi nada que tuviera que ver con Dios. Vi
isapres, bancos, clínicas odontológicas preciosas… la osmosis cultural se
acabó. Yo hace tres años atrás tenía dos programas de televisión, de los dos me
sacaran, tal cual. En uno me cambiaron de las dos de la tarde del sábado, un
horario prime, me llevaron a las dos de la mañana, y yo dije que a esa hora la
gente está durmiendo, por lo tanto no perdamos el tiempo. Y cuando compraron
los nuevos dueños Mega, me llamó el camarógrafo para decirme que no íbamos a
grabar más; es decir, nos sacaron de la esfera pública. Pero hay muchos, y eso
lo que significa es que hay una persecución en contra nuestra ¿no? Nos sacaron
de la esfera pública.
La Iglesia
no se transmite por osmosis, y hoy día tampoco la Iglesia se transmite a través
la familia. Los primeros catequistas son naturalmente la familia, pero esa
familia hoy día es un lujo. La familia hoy día está dividida lamentablemente y
tenemos que hacernos cargo de eso, y por lo tanto somos nosotros los agentes
evangelizadores: los catequistas, los que tenemos la primera responsabilidad;
los profesores de religión, que son como una joya. Los profesores de religión
son una joya, en las escuelas púbicas, son los únicos que le hablan de Dios a
los jóvenes que no tienen acceso a la parroquia, a la capilla, ni en sus
familias.
Por lo
tanto, tenemos cada vez un protagonismo más grande. Y ese protagonismo es de
todos, de los laicos. Y por eso que hemos insistido tanto en que tenemos que
cuestionarnos también todos nosotros ¿Cómo evangelizamos? Tenemos que
cuestionarnos ¿Cómo nos preparamos? Tenemos que cuestionarnos profundamente de
qué manera servimos con el Evangelio, con la Buena Noticia de Jesucristo en
este mundo cambiante, en este mundo incierto que corre mucho, pero no sabe para
dónde va. Y por otro lado tenemos la misión, la misión de acompañar al mundo.
Nosotros no estamos contra el mundo. Eso que quede claro. El mundo tiene su
camino y nosotros los podemos ayudar […] en una
sacristía propia. ¡No! Eso no lo quiere la Iglesia. Ya en Evangelii nuntiandi aparece esta apertura al mundo, tenemos que
acompañar al mundo, tenemos que ver lo que está pasando y ver cómo nos hacemos
cargo.
Por ejemplo,
les cuento una novedad. El Domingo llamé al intendente para decirle: Sr.
Intendente, viene ahora el referéndum de la Haya, Perú- Chile. -va a haber un
referéndum, evidentemente que es una cosa importante para nosotros.- Le ofrezco
una Misa a la Ciudad; unos días antes, para rezar, para ponderar lo que
significa eso, para valorar la paz, la fraternidad, para valorar el espíritu… O
sea, dijo, no tenía idea, interesante, lo vamos a hacer, yo lo voy a ayudar.
Tenemos que estar atentos a lo que pasa por el mundo, o sino nosotros tenemos nuestros
propios caminos, con nosotros mismos, pero sucede que la sociedad va por otros
lado, y nos vamos a topar cada vez menos, cada vez menos. Por eso que tenemos
que acompañar al mundo, a lo que le pasa, por que justamente el hombre
concreto, el hombre real, es el camino que debe recorrer la Iglesia.
Y por lo
tanto, a mi me llena de gozo, de alegría la posibilidad de tener este Sínodo
porque significa abrirse a un nuevo modo, no rupturista, que quede claro, yo
soy lo menos rupturista que hay; pero asumiendo lo que hay y de qué manera
hacemos este salto a esta nueva cultura. Y creo que nos cuesta comprender
todavía, y cómo hacer que la Iglesia sea una Iglesia servidora, que tenga las
puertas abiertas, que anuncie sin miedo el Evangelio, la enseñanza de la
Iglesia y cómo hacerlo esto con una nueva pedagogía.
Por lo tanto
no tengamos miedo de preguntarle a todo el mundo, de preguntar, de preguntar,
de pensar, reflexionar, de juntarnos, en todos los ambientes, para que podamos
realmente ser fieles a la voz del Espíritu en Pleno siglo XXI. Ese es
justamente el gran desafío de este Sínodo y esa es la invitación que les hago
yo como Arzobispo.
Muchas
Gracias.